miércoles, 27 de febrero de 2008

Sir Ernest Shackleton

En los tres años consecutivos q viajé a la Patagonia descubrí como a lo largo del siglo XIX y principios del pasado pasaron por allí hombres de un carácter y una condición general que hoy se me antoja difícil de encontrar. De todos los que por allí pasaron, hubo tres que de alguna forma han condicionado mi vida después de haber leído sus vidas y vivencias.


Sir Ernest Shackleton. Aún hoy en día se puede encontrar en Punta Arenas, Chile, copias del anuncio que este hombre hizo para la captación de una tripulación que sobrevivió dos años perdidos en el cono sur del planeta. El banderín de enganche aparecido en la prensa británica en 1914 era tan diáfano como un diamante: «Se buscan hombres para un viaje peligroso. No se asegura retorno con vida. Honor y reconocimiento en caso de éxito». Fue un éxito, las solicitudes pasaron las cinco mil incluyendo a 3 mujeres. Personas ávidas de aventura pues el sueldo era meramente simbólico, 250 dolares para los marinos y 750 para los científicos.

La renuncia de Shackleton a sucumbir a las necesidades de la vida diaria y a su incansable avidez de aventuras poco realistas, provocaron que se le acusaran de ser inmaduro e irresponsable. Y quizá lo fuera, según los patrones convencionales. Pero los grandes líderes de la historia rara vez cupieron en moldes convencionales y es quizá injusto valorarles en términos corrientes.

Para el explorador, el Antártico no representaba sólo el medio hostil en el cual conseguir un éxito económico o social. Este hombre necesitaba realmente algo grande y atractivo que le proporcionara una catapulta para su enorme ego.

Así pues como cuenta Alfed Lansing en “ La prisión blanca” no se puede negar que Shackleton era un inadaptado e incluso un inepto para la mayor parte de las situaciones de la vida cotidiana pero sin embargo poseía un talento, un genio casi de verdadero JEFE. El explorador era como apuntaba uno de sus hombres: “El líder más grande que nunca puso Dios en la tierra sin excepción”. A pesar de todas sus debilidades e insuficiencias, Shackleton mereció este atributo:

Para la dirección científica, dadme a Scott; para un viaje rápido y eficaz, a Amundsen; pero cuando estéis en una situación desesperada, cuando parezca que no existe una salida, arrodillaos y rezad para que venga Shackleton.


Éste es el hombre que desarrolló, que soñó con la idea a principios del siglo xx, mientras el mundo se debatía en la primera gran guerra, el gran reto de atravesar la Antártida … a pie!!!.

No lo consiguió. El Endureance quedó atrapado para siempre por los hielos de la banquisa del mítico mar de Weddell. Fue entonces, el 24 de Enero de 1915 cuando empezó su verdadera aventura. Fue allí dónde se escribió durante dos años como una tripulación entera sobrevivió a las condiciones climatológicas más duras que se puedan dar en este planeta. Allí vivieron la destrucción por los hielos de un barco que habían bautizado como indestructible. Lograron sobrevivir a la noche antártica, a temperaturas por debajo de los 50 grados centígrados. Abandonar la banquisa en tres botes de menos de 7 metros de eslora y llegar todos vivos al trozo de tierra llamado Isla Elephant después de haber pasado toda suerte de desventuras sobre bloques de hilo móviles durante 465 días.

Si bien encontrar tierra firme fue una necesidad, aquello no supondría su salvación ya que nadie iría en su busca pues en el mejor de los casos se esperaba que hubieran tenido una muerte no demasiado dura. Por lo que tuvieron que Shackleton y cinco de sus hombres hacer la travesía más difícil a la cual se ha tenido que enfrentar un marino de cualquier época. Atravesaron el océano austral para llegar a la Isla Georgia del Sur bautizada originalmente en español en su primer avistamiento como Isla San Pedro a más de 1.300 km. Dicha travesía fue echa a bordo del bote James Caird que fue preparado con el resto de los otros dos botes con lo que se cerraban así las esperanzas de escape de los 22 marineros que quedaban a la espera de rescate en la inhóspita Isla Elefante. Para dar estabilidad al bote y enfrentarse así a olas de casi diez metros, lastraron el fondo del bote con piedras encima de las cuales mal vivieron.

En tiempos como los de hoy en los que la tecnología ha creado todo tipo de instrumentos de medición, asombra como estos marinos lograron recorrer aquella distancia en un bote con dos velas. Worsley quien fuera el mejor marino de todos explica como hacía los cálculos desde el bote y en alta mar:”La navegación es un arte pero no encuentro palabras que describan mis esfuerzos. Las mediciones, o sea los cálculos de cursos y distancia, se habían convertido en una burla en meras suposiciones… El procedimiento consistía en que miraba desde nuestra madriguera (el fondo del bote, donde intentaban dormir media 1,50 por 1,80 entre el lastre empapado por las gélidas aguas q rodean la Antártica), con el preciado sextante debajo del pecho para que el mar no lo mojara. Yo le gritaba, “Prepárese” me arrodillaba, con dos hombres cogiéndome por cada lado. Bajaba el sol a donde debería estar el horizonte y, mientras el sol saltaba frenéticamente en la cresta de una hola, adivinaba la altitud y gritaba “Ya”. Sir Ernest cronometraba el tiempo y yo calculaba el resultado… Teníamos que abrir a medias mis cartas náuticas, pasar de una página a otra hasta encontrar la adecuada, y entonces desplegarla con cuidado para evitar su destrucción total.” Para los que hemos navegado un poco en mar abierto, sobre una embarcación inestable, parece increíble que pudieran conseguir semejante hazaña. El más mínimo error de grado supone la desviación de varios kilómetros para un bote que avanzaba gracias a las corrientes y a la fuerza del viento.

Medio mes después lograron llegar a la Isla Georgia del Sur no sin antes sortear un huracán que hizo zozobrar a un vapor de 500 toneladas con toda su tripulación. Pero la aventura no acabó aquí, la imposibilidad de maniobrar para poder sortear la costa y el miedo a que las corrientes les alejaran definitivamente de la isla, les forzó a cruzarla a pie. De los seis, sólo cuatro pudieron emprender este último tramo pues los otros dos estaban agotados por lo que decidieron esperarles en un pequeño campamento. La Isla San Pedro es una amalgama de montañas de más de 2.900 metros cruzadas por glaciares y adustos valles helados. Al filo de lo Imposible, recreo con tres montañeros experimentados hace años como Shackleton atravesó la isla en tan sólo 36 horas. Descansaban un minuto de cada quince que andaban. Para poder caminar sobre el hielo, clavaron en las suelas de sus botas clavos de la Caird.

Tamayo, miembro de la expedición de Al Filo explicaba lo que significó dicha travesía «Lo suyo fue pura supervivencia. Lo nuestro deporte. Hicimos los 36 kilómetros con esquís y pequeños trineos para arrastrar la mochila. Nos respetó el tiempo y pudimos hacerlo en tres jornadas. Está claro que ellos eran muy duros. Hoy no tenemos esa fortaleza ni esa capacidad de sufrimiento»,

Tras dos años, lograron llegar al mismo lugar de donde partieron, la estación ballenera de Georgia del Sur, el último asentamiento humano antes de adentrarse en la dura Antártica. Meses después lograron rescatar sanos y salvos a toda la tripulación que esperaban en la dura Isla Elefante.

Cuatro años después, Shackleton regresó con la idea de intentar una nueva expedición, tampoco fue posible, murió de un ataque al corazón. Fue enterrado en Georgia del Sur y hoy día la Isla está impregnada por su paso.
Casi cien años después, en cursos de liderazgo, master en psicología, estudios sobre navegación… se pone de ejemplo como este hombre supo templar y mantener la cordura, la ilusión y la determinación por mantenerse vivo él y a todos los suyos. Shackleton demostró que si bien soñaba con grandes retos nunca antepuso su fin por la vida de ninguno de sus hombres. Fue fiel a si mismo y a quien le acompañó. Valga desde aquí este pequeño homenaje de quien se enamoró de aquel lugar del planeta que forjó caracteres inquebrantables ante cualquier adversidad.

9 comentarios:

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
MAE dijo...

Hola, hola otra vez que inauguro los comentarios a tu post (se dice así)

Me ha encantado tu relato, el libro tiene que ser una pasada y sabes lo más curioso, en cuanto lo he acabado de leer, se lo he pasado a Chema -sabía que le iba a encantar- y cuando le he dicho sobre quien iba, me ha dicho claro que se quien es (hace poco me dio una lista de libros para cuando se me agoten las ideas para regalarle y está entre ellos)... es una idea de las que le ronda por el coco hacer algo en la Antártida o en el Ártico (hay alguna carrerilla por aquellos lugares que la le ha echado ya un vistazo)....

Comparto contigo ese "enganche" con aquella tierra en cuanto a "explosión" de naturaleza, paz y "motivos" para la aventura, es de lo más bonito que he visto y que espero volver a ver.

Me mola tu blog, de tiempos y entrenos me saturo enseguida, aunque algo voy aprendiendo, sigue escribiendo ... oye me está quedando un poco pelota ¿o no?,je, je, pero es que me ha molado mucho.

Un besete

Nacho Cembellín dijo...

Es que es verdad, s´lo hablar de tri... aburre. Te recomiendo que te metas en el Blog de Clemente Alonso, el tío se lo curra e verdad.

POr cieto, cuando Chema decida ir a la Antartida q me lo diga.

Ishtar dijo...

Yo creo que oí hablar de este tío en algún curso de esos de liderazgo.

Aún así, aunque sus dotes de liderazgo me parecen increíbles, el hacer cosas salvajes simplemente por hacerlas es algo que no comprendo. Yo para hacer algo necesito un fin provechosos. Meterme en la jaula de los leones simplemente porque es peligroso y si sobrevivo molaré mucho es algo que no me va... y creo que a este hombre sí que le iba esto, el ponerse en peligro simplemente por ponerse. Es como el que hace deporte de riesgo.

Es cuestión de gustos, lo sé. Es por eso por lo que tras ver la peli "Hacia rutas salvajes" a mi el tío me pareció un estúpido y un suicida y otros ven en él una especie de héroe.

En fin, que sobre gustos... ;-))

Besicos!

P.D.: por cierto, cámbiame eso de "habido" por "ávido", que poco después pones "avidez" que está bien puesto!. Fdo: Esther la tiquismiquis ;-).

Nacho Cembellín dijo...

Cambiado.... es lo que tiene no repasar y ser un tanto torpe con la ortografíaa.

Respecto a lo que comentas... lo que hacía Sackleton no era una machada o una busqueda de notoriedad, iba mucho más allá. Es la necesidad por conocer y domar lo indomable. Como dice Clemente, el final del siglo XX y en el que nos encontramos será el siglo de los neurobiologos. Pues bien, estos ya han descubierto que personas como posiblemente fue Sackleton segregan sustancias que les crean adicción ante los riesgos. Esta es la parte científica que como tal será en un futuro revisada. Sin embargo, en la época de los grandes exploradores creo que había un espiritu, una necesidad de conocimiento y comprensión imposible de contener. El ser humanos es un animal migratorio, tenemos un instinto enorme que nos instiga a llegar a dónde antes nunca otro ser humano ha llegado, va en nuestros genes y tu eres fruto de esa migración. En la epoca en la que Shackleton vivió esta aventura, era una época donde los principios y los valores tenían una importancia que hoy parece ridícula. El honor era una palabra que como tal si era tomada en serio y no se limitaba a lo que las peliculas nos da a entender.

Sackleton tenía muy bien pensada su expedición, anteriormente había hecho otras con Scott y tenía muy claro como no cometer los mismos errores pero sobretodo, Sackleton valoraba la vida de los suyos y su dignidad. Ese respeto hacía los suyos le llevó al enfrentamiento con Scott. Su error fue viajar con un barco de madera, su desgracia la tempestad que le atrapó entre los hielos de la banquisa, su virtud, dejar a un lado su objetivo y no parar ni un instante por velar la seguridad y vida de los suyos.

De cualquier forma, cuando viajas por aquel lugar del planeta y dscubres su salvajismo romantico, entiendes que otros antes que tú hayan caido rendidos a su imponente magnetismo. Es una forma más de pasión, cercana a la locura. Es la llamada de la madre naturaleza q aun allí reina.

Ishtar dijo...

La verdad es que tiene que ser un lugar precioso. COn lo de viajar no me meto.... ni con lo de explorar. Eso me gusta. Es más el punto del riesgo por el riesgo, muy valorado aún en nuestras fechas, lo que no me va. Pero si me dices que en este caso no era así, yo me fío.

Lo más parecido a eso que estamos pensando en hacer es un viajecito a Australia el año que viene (curiosamente coincidiendo con el Mundial ;-)), en el que estamos planteándonos alquilar una caravana 3 semanitas y lanzarnos a descubrir una pequeña parte del pais. Aún es un proyecto, así que ya veremos... (pero hayq ue empezar a llenar ya la huchita jeje)

BEsicos!

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Cláudia dijo...

Mi amor...te has documentado de maravilla. mi historiador preferido!!!!

Miss you a lot baby!!

Clemente Alonso McKernan dijo...

Muy bueno. Casí me emociono con lo de los clavos del Caird y con el comentario de Tamayo. Por cierto, gracias por el piropo, pero ésta entrada tuya está más currada que la mía. Al principio hasta me pareció que te había plagiado sin querer.