martes, 16 de abril de 2013

Standuppadell y el temperamento.


Me gusta aprender, eso es una virtud. Pero sin embargo me suelo aburrir rápido y no llego a profundizar en casi nada, eso es un defecto. Parece ser que mi temperamento es principalmente sanguíneo, y digo principalmente porque al parecer y en menor medida soy colérico. Esto de los temperamentos ya lo contó Hipócrates y hoy en día, neuro-científicos y siquiatras le dan la razón solo que explicándonos que es la composición química del cerebro la que nos condiciona y define, ahí es na. Finalmente el determinismo se salió con la suya.


Y cuento esto porque es mi forma de ser la que me lleva a querer descubrir, aprender y probar cosas nuevas, claro está, relacionadas con aquello que me gusta o atrae. El problema es que no suelo hacerme experto en nada, antes me aburro, pero bueno, a estas alturas uno empieza a darse cuenta que no es bueno luchar consigo mismo. Y así en los últimos diez años he aprendido a nadar (más o menos), a montar en moto, a no tenerle miedo a la fotografía digital, a escribir, escalar y en este año a esquiar, y porqué no, a disfrutar del standuppadell. 


Si, si, todo está relacionado con el deporte, y lo curioso es que según los test que de pequeño me hicieron, no era nada dotado para estas actividades (quizás por eso me empeñe, porque no se aleja demasiado de esa realidad). Pero noto que mi cerebro cambia o se activa más cuando lo que aprendo está relacionado con actividades que además requieren aprendizaje motriz. Y me gusta esa sensación, es como si me rejuveneciera. 


No pienso que sea bueno o malo que haya personas que dediquen su vida a las mismas actividades, hobbies, trabajos, actividades y gustos en general. Pero yo a veces siento angustia al pensar que esta es la vida que me ha tocado vivir y que hay infinidad de cosas por probar, hacer y ver y que me dejare muchas por saborear. Es ley de vida lo se, pero mientras sigo en el dilema, disfruto como un enano, vaya si disfruto. 

Para terminar os recomiendo un libro: Incógnito de David Eagleman... cuenta mucho mejor que yo por qué somos como somos.

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