viernes, 17 de junio de 2011

Más Piedra psicodélica


Es difícil contar lo que a veces, sin querer sientes de la forma más tonta. Hay días, contados pero algunos he vivido ya que al correr todo parece estar en comunión. No te duele nada, la zancada es rápida y ágil, te sientes ligero y pareciera como si nunca se fueran a agotar tus fuerzas. Supongo que esta sensación va unida a una predisposición, porque parejo a esas sensaciones surge otra que sólo genera buen rollo. Pues bien, hoy ha sido uno de esos días.

Al contrario que días atrás, cambié mi vuelta al Yelmo por una ruta un poco más refrescante aunque algo más larga. A eso de las once y medía aparcaba el coche en el parking del Tranco y tomaba rumbo hacía Canto Cochino. El verano en puertas está empezando a caldear de verdad y no quería perder durante demasiado tiempo las riveras del río Manzanares. Por eso sería en la primera parte de la ruta dónde me escaparía a un tramo que recién descubrí y que en un futuro quiero dedicar una noche en su altura. Me refiero al Cancho de los Muertos.


Agüita con la imágen de arriba, que si bien es una simple panorámica, para q se vea así, ha hecho falta formarla de 17 imágenes.... con la black berry system ;-).

Dice la leyenda, y también la sabiduría popular, que por esta zona de La Pedriza merodeaban y se guarecían un grupo de bandoleros llamados "Los Peseteros", que en cierta ocasión tomaron en cautiverio a una hermosa dama madrileña de rico y poderoso linaje con el fin de pedir un rescate por su liberación.

La belleza de la dama atrajo poderosamente al jefe de la banda, que quiso hacer de ella su amante y preservarla en exclusiva para sí mismo. Cierto día el jefe, teniendo que abandonar el campamento para perpetrar otro golpe, delegó la custodia de la dama a dos de los bandoleros de su grupo, en los que más confiaba.

Ocurrió que estos dos malhechores, traicionando la confianza de su jefe, y como la ocasión hace el deseo, decidieron sortearse a la dama entre ellos, con el fin de satisfacer sus más bajos instintos mediante el abuso y la vejación de la señora. Cuando el ganador se disponía a realizar la deshonesta cobardía, el otro bandolero, conmovido por los desaforados gritos de la dama, salió en su auxilio, iniciándose así una reyerta entre ambos que acabó con la muerte de uno de ellos.

El Jefe, al regresar, una vez enterado de lo acaecido, decidió ajusticiar a ambos bandoleros, aún estando uno ya muerto, despeñándolos por un cancho de altas paredes rocosas, como así era usanza y costumbre de administrar justicia sumarísima. Ordenó al bandolero vivo que acarreara el cadáver del compañero hasta estos riscos, y una vez despeñado, el jefe se dispuso a ejecutarle propinándole un fuerte empujón desde el borde del precipicio. Pero en el momento de caer, el ajusticiado agarró a su jefe de la pierna causando finalmente que ambos cayeran al vacío.

Por eso estos altos riscos se conocen desde entonces como Cancho de los Muertos. Al pie del cancho se abre un caos de grandes rocas y profundas grietas, donde se dice, por algún tiempo pudieron verse los cadáveres de los tres bandidos.

Fue Ricardo Laforest, uno de los precursores de la práctica del excursionismo y montañismo en la zona de Madrid, quien a comienzos del siglo XX recuperó para la memoria popular esta antigua leyenda, que se difumina con la historia, de la cual toma su nombre el Cancho de Los Muertos, o también llamado Cancho del Camposanto. Se la contó Ambrosio Esteban, un pastor local que apacentaba su ganado entre las jaras y riscos pedriceros.

El bucle es de tan sólo 4 km pero merece la pena el esfuerzo pues muestra los dos valles principales de este singular enclave natural. Una vez finalizado, rumbo a la Charca Verde. Absorto en mis pensamientos y acompañado de U2, Cold Play, Chemical Brothers y Masiive Attac, suelto, muy suelto, casi liviano. Sin forzar, zancada corta y rápida a ritmo de corazón. La montaña entretiene, salto, piedra, escalón, equilibrio, tamborileo de pisadas, respiración entrecortada, batería de sonidos entre una orquesta de sensaciones. Toma cursilada!!!!!. El caso es que así ha sido ante el placer de correr. Hoy sin dolor, sin molestias y mis pensamientos en silencio. Al principio iba un tanto molesto por ir una vez más sólo, estos turnos nocturnos me cruzan con todo el mundo, tiene sus ventajas pero casi siempre sólo. Molesto por estar tambien cruzado en turnos con Raquel, cansado de trasnochar pero feliz pues todo marcha a ritmo de máquina de vapor. Y así, casi dos horas después llegué a mi destino.

Chapuzón obligado y regenerador. El agua aún es del deshielo y aguantas lo que tardas en sumergirte y salir como gato escaldado. Y ahí estaba yo poco después tumbado panza arriba mientras Ámbar chapoteaba a mi alrededor, mirando el cielo y pensando que sólo Raquel faltaba para ser todo redondo porque, chicos, que queréis que os diga, nada más se necesita.

Y embriagado de buen rollo, casi happy flower, tomamos rumbo hacía Canto Cochino con la intención de comer. Llevo muchos años comiendo allí y antes con Harpo y ahora con Ámbar es de los pocos lugares donde perros y humanos descansan y comen sin que nadie mire o se queje del asunto. Paellita del jueves y un porrito para el alma de unos chavales hippies, así decían ser, con antebrazos de acero de subir paredes imposibles y que de buen rollo y hablando de monte, perros y flippyhappyflower.



Sin cobertura, sin prisa, tanto que si me descuido no llego al trabajo. Flipiflower en pura psicodelia granítica.



1 comentario:

davidiego dijo...

qué sensibilidad!!

mola tu blackberry camera.

y eso antes de trabajar? sabéis vivir.