Cuando empecé con esta apasionante pasión con 18 años, me volví loco con el revelado en el laboratorio. Está mal decirlo, pero me convertí en un experto en el revelado en B/N con papel baritado. Utilizaba tres reveladores que en combinaciones determinadas, conseguía diferentes tonos y matices según mi gusto. La fijación era otro arte y no digamos el esmaltado y el secado. Para conseguir una fotografía como yo deseaba, podía tardar hasta tres y cuatro días.
Con el tiempo, esa pasión dejó de tener importancia, y el placer me lo daba la toma en si. El clic del momento mágico y lo que imaginaba podía haber conseguido, me llenaba que el procesado posterior. quizás sea por eso, que el procesado del laboratorio digital se me antoja mucho menos interesante y quizás por ello, y esto no es una disculpa, me cuesta mucho más dedicarle el tiempo que debiera para adquirir los conocimientos necesarios que realmente me llevara a conseguir una calidad equiparable en la que un día conseguí con la fotografía química (perdonenme los que saben, pero para mi llamarla analógica, es una aberración, pues aunque sea un sistema continuo, lo que la marca y crea son respuestas puramente químicas).

La imagen resultante de la instantánea que inicia este post, tiene evidente fallos en la toma pero la fuerza en la mirada que este triatleta de la cárcel de Soto tiene, merecía un pequeño esfuerzo por mi parte, esfuerzo torpe pues aún me queda mucho por aprender pero que consigue trasmitir lo que yo vi en el momento que le fotografíe. Espero que os guste.
La imágen está editada enteramente en Light Room de Adobe.