Lo confieso, los preparativos de esta aventura me pusieron tremendamente nervioso. Aunque los meses previos al viaje intentamos atar todo lo posible, lo cierto fue que nada, a excepción de los vuelos quedaron atados.
Llevábamos casi 100 kilos de sobrepeso, seis maletas para tres pasajeros. Mucho material fotográfico y de video, más de 40 kilos solo en productos energéticos de Victory Endurance y comida liofilizada, pulca, esquíes, dos tiendas de campaña y como diría aquel, "chunches" variados para la supervivencia en un clima como el que presuponíamos nos esperaba.
Esta era la primera barrera, intentar que el precio por dicho sobrepeso fuera el menor posible, pues contábamos que pagar, fijo que pagábamos. Sin embargo la diosa Fortuna parece que ayuda a quienes viajan al lejano norte. Luftansa, aerolínea alemana y con diferencia, una de las que mejor servicio presta, no cobra por el transporte de material de esquí. Esta norma y la buena disposición de la azafata de tierra que nos atendió hizo que milagrosamente no pagáramos ni un duro, ni uno. Los esquís por ser esquís, el pulca pasó como tablas de snowboard y la tercera bolsa como la bolsa de las botas… La cosa empezaba bien.
No deja de ser chocante e incluso cabreante que según con quien des, puedas o no negociar sobre estos asuntos. Pero en ese momento no íbamos a ser nosotros quienes expusiéramos queja, de golpe nos había tocado la lotería.
24 horas y dos escalas después llegábamos a Anchorage. En inmigración y después de tres intentos en viajes anteriores a EEUU, por fin no me paran por tener un apellido inusual. Supongo que no se antoja nada extraño ni dudoso para inmigración que un español vaya a Alaska, quien sabe.
EEUU está diseñado para que todo lo que suponga gastar sea fácil de llevar a cabo. Lejos de parecer el sumun del consumismo, realmente lo que ocurre es que te facilita la vida enormemente. Nada más llegar al aeropuerto tienes un panel informativo con teléfono gratuito para que te puedas poner en contacto con el hotel que desees. Por supuesto, el hostal más curte tiene servicio de recogida en el aeropuerto, sea a la hora que sea, por lo que nosotros no lo dudamos y nos fuimos al hotel Barat Inn (baratin a partir de ahora). En pleno barrio coreano nos alojamos en el hotel más cutre de la zona, chavales de noche de juerga, alguna que otra droga, borrachos y mujeres de dudosa compañía. El presupuesto es lo que tiene y el nuestro no daba para más y puesto que estamos acostumbrados aliviar con fauna, ese era un buen comienzo.
Poco hay que ver en Anchorage salvo sus magnificas tiendas de montaña. Nuestro cometido allí era enterarnos del funcionamiento del inicio de la Iditarod, comprar todo lo necesario que no llevábamos desde Madrid y alquilar una moto de nieve para Dani y yo. Lo que a priori parecía sencillo se complica cuando ninguno controlamos el idioma y se simplifica gracias a la disposición abrumadora de la gente de allí.
Después de preguntas e investigaciones varias confirmamos lo que ya sabíamos, que la carrera empezaba en Anchorague a modo de prologo, en la que llenaban de nieve una de las calles para hacer el paseíllo inaugural. Durante los días previos no se ve ni rastro de esta actividad, sólo la tarde anterior pudimos ver la infraestructura eléctrica, del resto ni rastro. Ese espectáculo nos lo perderíamos pues nosotros partiríamos hacía Willow con la intención de recoger la moto y probar el material.
La odisea de la moto fue, digamos fruto de la improvisación y de una vez más el ajustado presupuesto. Alquilar vehículos en EEUU es una de las actividades más fáciles y económicas en comparación con Europa que puedas hacer. No ocurre sin embargo lo mismo con este tipo de motos. La que críanos la mejor tieneda nos pedía la desorbitada cantidad de 350 dólares por día. Por lo que nos vimos obligados a contactar con un particular que sin contrato escrito (en EEUU es valido el verbal) nos alquilaba por 200 solares al día lo que posteriormente sería un pollino en toda regla.
No obstante teníamos moto. Meses antes habíamos contactado con la organización de la carrera para poder conseguir un pase de prensa, nunca hubo respuesta. Afortunadamente pedía Eva Tomé, editoral de País viajero y amiga, que nos hiciera el favor desde el periódico pedirnos dicho pase. Eva nunca recibió respuesta alguna, sin embargo el día de la cita, una tarjet con mi nombre apareció entre las acreditaciones. Las de Dani y Antonio fue cuestión de poner ojitos y caer en gracia, estábamos dentro.
Pero estábamos dentro a medias. Por lo visto los medios de comunicación que allí asisten, disponen de privilegios en función el nivel de sponsor que aporten a la prueba y claro, el nuestro era inexistente. Desconocedor de este hecho, empecé a moverme por el evento como uno más, quizás ese desparpajo me dio la posibilidad de que en el inicio de la carrera al menos tuviera 15 minutos para estar dentro del circuito. Hasta que un comprometido voluntario me saco de mi emplazamiento perfecto. No me desanimé, me cambie de chaqueta y volvía a las andanzas, andanzas que me dieron la posibilidad de hacer la foto que se me había metido en la cabeza y que en el próximo post veréis… triquiñuelas foteras.
Habíamos llegado un martes a las 24h. y todo lo que os resumo se llevó a cabo hasta el domingo a las seis de la tarde que terminó la salida. Datos interesantes de la Iditarod. Empiezan a montar el día antes, la televisión que asiste, al igual que hacemos en no demasiadas pocas veces, se presenta el mismo día de la prueba (también es cierto que no hicieron un gran despliegue). Los voluntarios que asisten, y son cientos, pagan por ir. Es decir, acuden de cualquier rincón de EEUU, se pagan su billete, su alojamiento y comida y pagan por participar. Aquí pides voluntarios y o pagas, o la mitad el día de la carrera se quedan en la cama. Una hora después de la salida del último corredor, una hora, a penas quedaba rastro de la organización y el montaje, dos horas después no había nadie. Ni un papel y ni una papelera, allí cada uno recoge sus desechos y no dejan ni rastro de su paso, y asistieron 20.000 personas.
A las seis y media partió Antonio, ansioso y creo que un poco apresurado. Nosotros tuvimos que invertir un par de horas más para mandar fotos y video. Que se hubieran alargado sino nos hubieran echado pues como decía, en un par de horas en el lago Willow no quedaban ni las cacas de los canes.
La aventura comenzaba a las 20:45 minutos, a unos -10 grados centígrados montados en una moto de nieve y siguiendo una ruta que decían fácil de seguir y que posteriormente se desmostró todo un laberinto en su inicio. Pero eso es parte de la siguiente historia.
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