23.000 personas, 23.000 mujeres. Altas, bajas, delgadas, no tan delgadas, jóvenes, adultas, todas guapas y todas sonriendo. Perdonadme si soy demasiado categórico pero a excepción de en esta carrera, los hombres somos mayoría y creo que ninguna tiene el ambiente sano y divertido que esta carrera tiene.
Cuando hace algo más de un mes Fran Chico me llamo para pedirme que hiciera un reportaje de esta carrera tuve cierto temor. He hecho carreras de montaña, unos cuantos triatlones y algún que otro raid pero nunca una popular multitudinaria, bueno, más que multitudinaría, concretamente esta es la segunda carrera con más asistentes que se celebra en Madrid.
El problema, según lo veía yo, era hacer aquello que a priori no suelo hacer. Es decir, a la hora de hacer una foto intento en todo lo posible sintetizar, simplificar y disminuir en la medida de lo posible los elementos que la forman. Intento crear a mi manera, una lectura que cuente lo que yo veo en ese instante. Y claro, hacer eso con 23 almas juntas es difícil y sólo me quedaba tratarlas como un solo ente e intentar integrarlas en la ciudad, intentar que se supiera que donde corrían era Madrid.
Además y si el lado estético podía resolverse de esa manera, yo se que lo que Fran me pedía era además, que mostrara la personalidad de la prueba. Mostrar a ser posible que se vive y respira en una carrera que en tan pocos años se ha convertido en un referente y un fenómeno social.
Mi intención, una vez visto el recorrido en la web de la carrera, era hacer una localización en el sentido contrario de la misma y a la hora en la que se iba a realizar. Desgraciadamente el tiempo es un bien que últimamente brilla por su ausencia pero afortunadamente Madrid, la Gran Vía, el edificio Metrópolis, Sol y el Palacio Real han sido situaciones fetiche en mis fotografías más personales y además en internet hay una infinidad de fotos. Me hubiera gustado pedir algún que otro permiso para subirme a algún edificio pero dada la rapidez de la prueba, decidí que si bien no era mala idea, lo que iba a marcar la carrera era el asfalto, las corredoras y los edificios como telón de fondo.
Y así pase un par de semanas, imaginando fotos, buscando en mi mente que hacer para no caer en lo de siempre. Planos de tele con desenfoques acusados, que aunque en fotografía deportiva es lo más usual, espectacular y socorrido, personalmente me resisto a caer siempre en este tipo de tomas (aunque para mi disgusto, suelen ser mayoría).
Y llegó el día de la prueba. Me gusta calentar buscando detalles en la linea de salida. Retratos, situaciones, gestos, a ser posible emociones. Y ocurrió que desde ese instante, esta carrera no era igual. Todo fluía como más sencillo, más amable quizás sea la palabra. No se respiraba la tensión que he respirado cuando compito o hago fotos en otras carreras. Sólo quizás, y digo quizás, pude ver esa imagen en el rostro de las corredoras con más posibilidades de quedar entre las diez primeras. Para el resto, aquello era una fiesta. Y absorto me empecé a olvidar de lo planeado y tan sólo me preocupe en encontrar la mejor moto posible y que me diera la posibilidad de ir sentado en contra de la marcha de la carrera.
Respeté, eso si, la estrategia de seguimiento. Iría con las primeras hasta Callao y de ahí, me dejaría coger por la masa para desde el edificio de Metrópolis llegar como pudiera a Sol, Palacio Real y meta.
Como os decía había imaginado una y otra vez la hora escasa que me llevaría seguir la carrera y la mayor duda que tenía es como lograría moverme desde mi edificio preferido, Metrópolis. Y de repente la magia surgió. Gracias al excelente motorista y a su osadía y a que ninguna participante hizo el menor desplante, mal gesto o llamada de atención, nos metimos literalmente dentro la carrera.
Es en ese momento en el que dejo de ser fotógrafo y paso a mero espectador rodeado de sensaciones, emociones y buen rollo. Miles de sonrisas, gritos y ánimo. Estaba rodeado de miles de mujeres, de todas las edades, formas, religiones, caracteres... con distintos sueños, trabajos, preocupaciones... pero todas compartían algo que las hace ser como son y que por eso nos superan. Y no era porque sean más listas, no lo es porque sean nuestras madres y mucho menos porque sea lo más preciado a lo que un hombre pueda aspirar, su amor. Es su esencia, su facilidad para no crear tensión, su ánimo por disfrutar y su sencillez sin ánimo de ser más, simplemente ser y disfrutar.
Si, que lo se, que también son de cuidado y que bambi no existe. Pero estoy seguro que si este mundo fuera manejado por ellas y no por nosotros, todo iría infinitamente mejor. Y si, lo se, no hay elección, somos así y ni siquiera podemos elegirlo o quizás, aún no estamos preparados para elegir ser más sensatos y prohibirnos a los hombres tomar decisión alguna que ataña a todo el mundo. Y digo esto, porque este es mi blog y lo pienso de verdad. ;-)
Por lo que ya solo me queda decir una cosa, gracias por haberme hecho pasar un rato tan fantástico a todas vosotras y a los chicos de Motorpress que confiaron y me dejaron hacer aquello que sin querer hago y de lo cual tanto disfruto, ser feliz.
2 comentarios:
Me gusta. Enhorabuena por el buen trabajo.
Gracias Nacho
Publicar un comentario