lunes, 19 de marzo de 2018

Varsovia.


Varsovia


Llegamos a Varsovia en un día gris y lluvioso. La lluvia, protagonista en nuestro andar, nos acompañaría casi la totalidad del viaje.

De Varsovia sólo sabía que era la capital de Polonia y poco más, mejor dicho, nada más. El interés por Polonia no venía de mi, sino de mi pareja y es gracias a ella, por lo que ahora se un poquito más de un lugar al que quizás mi inquietud no me hubiera llevado.




A priori y según con cuantos habíamos hablado sobre esta ciudad, Varsovia era un mero tramite. El centro histórico, reconstruido, dista mucho de Cracovia o del encanto de Gdansk. Sin embargo, lo que nos encontramos es una ciudad moderna, con atrevidos rascacielos y una animada actividad. Pero lo que realmente nos impactó, fue lo que queda del que fue el mayor gueto judío en Europa.



En el otoño de 1940 los nazis implantaron en el centro de la ciudad polaca el que quedo para la historia como el gueto de Varsovia. En a penas el 2,4% de la extensión que tenía por aquel entonces la ciudad, los nazis agruparon al 30 % de la población de la ciudad. De los 445.000 judíos que llegaron a habitar el gueto en la primavera del 41, tan solo 50.000 llegaron hasta lo que fue el mayor acto de resistencia judía contra el nazismo. Pero fueron muchos más los que pasaron y murieron allí, pues los guetos eran la antesala de los campos de extinción como el que está cerca de Varsovia, Treblinka.


Hoy en día a penas quedan rastros del gueto, alguna fachada sin restaurar y unos escasos restos del muro que lo delimitaba y que hoy habita, a modo de homenaje, entre casas de estudiantes. Nos costó encontrarlo, a penas está señalizado y no es una atracción turística, hecho que por otra parte es entendible y deseable; y quizás por ello estos lugares invitan al respeto y a la reflexión. Cuando entiendes el drama que allí se produjo, cuándo comprendes lo que debió sufrir la humanidad que allí mal vivió, sigues sin comprender cómo un grupo de locos se organizaron para exterminar a hombres, mujeres y niños sin el menor remordimiento. Y te planteas preguntas tales cómo, que habrías hecho tú de ser alemán, cuánto habrías resistido de ser judío, y cómo la comunidad internacional pudo mirar de manera tan mezquina a otro lado. Porque lo hizo, como lo seguimos haciendo hoy.


Son preguntas tan aplicables hoy en día como lo fueron entonces y, sé, que tristemente también lo serán mañana.


Y de allí partimos a Treblinka, siguiendo el paso de centenares de miles de personas que dentro de oscuros vagones, sin a penas alimento y agua (el racionamiento al que fueron sometidos los judíos en el gueto era de 184 calorías/día), a escasas 2 horas en coche hoy, pero q supuso un filtro más para la muerte en aquellos días.

Para nosotros supuso además, el descubrimiento de una persona, la única que tiene lápida en Treblinka, Janusz Korczak. Quién fue y por qué nos emocionó, será el motivo de mi próxima entrada.

Treblinka



"Poneos vuestra mejor ropa, niños. Coged vuestros libro o juguete favorito; nos vamos a un lugar muy especial". Era un día de agosto de 1942 y el doctor Korczak, director de un orfanato de Varsovia, trataba de ocultar a sus protegidos el terrible final que les esperaba: en pocas horas tomarían el tren que les conduciría al campo de exterminio de Treblinka.



En el campo de exterminio de Treblinka se encuentra en una pequeña colina situado en la localidad que le da el nombre. Un lugar bastante tranquilo y aún a día de hoy, difícil de encontrar. Entre bosques de altas coníferas, ocurrió la que algunos expertos en la historia del holocausto han definido como la más trágica de cuantas ocurrieron. Treblinka no era un campo de concentración, era sin más tapujos, un campo de exterminio. La vida media de los presos era no más de 5 días y si en otros campos como en Auschwitz "el engaño" se mantenía hasta la entrada en la cámara de gas, allí, muchos presos sabían desde que llegaban en los trenes, cuál iba a ser su destino.


El campo tenía una capacidad de extermino máxima de 3.000 personas cada hora  y podían llegar hasta dos trenes con más de 5.000 personas cada uno al día. La mitad moría durante  el trayecto pues los vagones, de fabricación francesa, iban cerrados y en el viaje, salvo un cubo con agua nauseabunda, no había más liquido ni alimento. Por lo que por lo general, las personas más débiles, ancianos y niños, solían morir durante el traslado. A los hombres se les obligaba a desnudarse en el anden de la estación y desde allí, se les forzaba a correr los 100 metros que distaban de la cámara de gas donde eran gaseados. Después, los sonderkommandos,  judíos que habían sido seleccionados por su capacidad física para trabajar, sacaban los cuerpos apilados en carretillas hasta los hornos. Sin embargo y como este método era muy lento, se llegó a fabricar una cinta transportadora donde trasladar así, más rápidamente los cuerpos. A veces, algunos de los gaseados por lo general mujeres embarazadas, volvían a la vida en el aquel macabro trayecto a los hornos. Eran irremediablemente rematadas por los soldados de las SS con un tiro en la cabeza.


Lo que veis en la imagen superior, son el resto de las piedras que fundidas por el calor, soportaron los hornos. Uno de los pocos vestigios que en Treblinkan quedan, los nazis hicieron también un buen trabajo a la hora destruir este campo del horror. De hecho, este campo es cuestionado por los que dudan del genocidio (si, también en esto hay gente que niega la mayor) en parte debido a que los judíos se niegan a profanar el lugar para hallar así los restos de las más de 700.000 vidas que allí encontraron un terrible final.



Pero volvamos a hablar del doctor Korczak. Quién era y por qué me ha impactado tanto su historia. Janusz Korczak era el seudónimo de su verdadero nombre, Henrik Goldszmit y fue un pedagogo innovador autor de varias publicaciones sobre la teoría y la práctica de la educación. También fue precursor de la lucha en favor de los derechos y la igualdad de los niños. Como Director del Orfanato Judío de Varsovia proveyó a los niños internos de un sistema de auto-gobierno y la oportunidad de producir su propio periódico, Maly przeglad (La Pequeña Revista), fundada por Korczak mismo y publicada entre 1920 y 1939.2​ Se trataba de una publicación pionera redactada a partir de material enviado por los niños y dedicada principalmente al lector infantil. Korczak también fue uno de los primeros pediatras en promover la investigación en el campo del desarrollo, la psicología y el diagnóstico educativo del niño. Extracto de la Wikipedia.

Korcak, que fue un doctor de talla mundial, decidió dejar la investigación y el trabajo privado para dedicarse de pleno, al trabajo con niños en orfanatos de Varsovia. Su decisión fue anterior al inicio del conflicto y aunque al parecer tuvo la oportunidad de escapar de Varsovia, continuo su trabajo hasta el final, que es el inicio de este post. 

De él, hay leyendas de su último trayecto hasta Treblinka, hay hechas películas, musicales y escritos decenas de libros. Ha sido reconocido, premiado a título póstumo y es tildado como uno de los mejores pedagogos del siglo XX, sin embargo es a penas conocido en España. El nos dejó varios libros sobre pedagogía y literatura, de los cuales el Rey Mateíto I, será una de mis lecturas próximas.


La Guarida del Lobo.


Como pirámides de hormigón abordadas por la vegetación, los restos del que fuera uno de los Cuarteles Generales de Adolf Hitler, surgen retorcidos pero aún imponentes y aparentemente indestructibles.


Aunque los aliados siempre pensaron que Adolf Hitler pasó la mayor parte de la guerra en Berhof, aquel chalet de montaña tantas veces fotografiado en los Alpes Bávaros. Los datos que a día de hoy se tienen, nos indican que estuvo en este lugar desde el 24 junio del 41 hasta que, asediado por los rusos, abandonó el lugar el 20 de noviembre del 44, cuando los Rusos estaban a escasos 15 kilómetros. Un total de 800 días, Hitler se mantuvo oculto en un remoto lugar de la antigua Prusia. Desde allí dirigió y planificó, la evolución de la guerra y los delirios del Tercer Reich.


Hubo más cuarteles generales, pero este fue el más grande y conocido pues fue en él donde falló la operación Valquiria. Los nazis, tan neuróticos como psicópatas, velaban la seguridad del Führer desde distintos prismas. Se temía, sobretodo, que fuera envenenado y para evitarlo tenían 15 mujeres que cataban la comida, de las cuales una logró sobrevivir y contar a sus 96 años, lo que allí vivió:


Su trabajo consistía en probar la comida del líder nazi antes de él para evitar que lo envenenaran. 

"La comida siempre era vegetariana", explicó Wölk a la cadena de televisión alemana RBB. "Había constantes rumores de que los británicos querían envenenar a Hitler. Nunca comimos carne. Nos daban arroz, fideos, pimientos, guisantes y coliflor". 

Para Margot y sus compañeras, cada comida podía ser la última. Wölk relata que algunas mujeres tenían tanto miedo que se ponían a llorar al empezar a comer. "Teníamos que terminar la comida. Después, nos tocaba esperar una hora, y siempre teníamos miedo de ponernos enfermas. Llorábamos por la alegría de haber sobrevivido", recuerda Wölk.

Margot Wölk no era nazi, y se hizo catadora de comida por casualidad. En 1941, cuando su marido estaba en la guerra, tuvo que abandonar su hogar en Berlín por culpa de los bombardeos y se marchó a vivir con su suegra a Partsch –actualmente Parcz, Polonia–, una ciudad situada a 400 kilómetros de Berlín. El alcalde de la ciudad, un nazi fervoroso, la obligó a trabajar de catadora de comida en el cuartel de la Guarida del Lobo.
 
"Las medidas de seguridad eran tan estrictas que nunca vi a Hitler en persona –cuenta Wölk–, solo a su pastor alemán, Blondi". El temor de Hitler por su vida no era infundado. En 1944, un grupo de oficiales del Ejército alemán intentaron matarlo detonando una bomba en la Guarida del Lobo. Casi 5.000 alemanes sospechosos de estar involucrados en el fallido atentado fueron ejecutados por los nazis. 

A finales de 1944, cuando el Ejército Rojo iba avanzando, un oficial de las SS ayudó a Margot a escapar, y esto le salvó la vida. Wölk fue la única catadora de comida que sobrevivió; todas sus compañeras fueron fusiladas en enero de 1945. 


Pero volvamos a la operación Valquiria. La imagen que muchos hemos tenido de los alemanes en aquella contienda, se mezcla entre la incredulidad y el fanatismo, sin embargo y como suele ocurrir afortunadamente, había cordura en medio de aquella sin razón: “Es hora de hacer algo. Pero el hombre que tenga el valor de hacer algo debe hacerlo sabiendo que pasará la historia de Alemania como un traidor. Sin embargo, si no lo hace, será un traidor de su propia conciencia”, les dijo Stauffenberg a sus compañeros.

Y fallaron. El atentado dejó milagrosamente con vida a Hitler, aunque con el tiempo se supo, que le dejó tocado psicológicamente. La Gestapo arrestó en las semanas sucesivas a 5000 personas relacionadas con el atentado, de los cuales 200, entre ellos Stauffenberg, fueron ejecutados.


De haberse logrado, la historia habría sido bien distinta. Pero la realidad es la que es, y la enseñanza que nos deja es, que la honradez y la honestidad con tus principios, si marcan la diferencia, aunque no consigas tu cometido.

Copernico.


Polonia ha sido marcada por tres hombres fundamentales. Nicolás Copérnico, el Papa Juan Pablo II y Les Valesa. Sin bien la figura del tercero no es tan palpable hoy en día, debido seguramente a su paso como jefe del estado polaco, Copérnico y el Vojtyla están presentes en cada una de las ciudades que visitamos.


 Copernico fue un superdotado que vivió en el medievo y que tuvo como afición la astronomía, afición que por cierto le hizo pasar a la historia, gracias a la repercusión que supuso su descubrimiento el cual, nos sacó de un pedestal que jamás nos correspondió.






domingo, 18 de marzo de 2018

Una crónica atípica de la Border to Border, Laponnia 2018



Toca después de un viaje hacer un pequeño análisis de lo vivido. 420 km a priori, dan para mucho pensar y sin embargo, este deporte, tan repetitivo como sutil en su técnica es un excelente mantra para no hacerlo. Durante la mayor tiempo del tiempo mi obsesión y  esfuerzo se focalizaron en ser eficiente, sin pensar en más, de hecho con el paso de las horas me sorprendía a mi mismo con la certeza de no haber pensado nada en absoluto. Después de haber practicado tímidamente métodos de meditación, este viaje me ha servido como limpieza mental ante el barullo de información en la que vivimos actualmente. Preocupaciones, noticias, tareas por hacer, conflictos, debates o dudas existenciales, sencillamente no han tenido cabida en estos siete días y sus 420 km recorridos. Lo importante era avanzar, como en la vida, sin mirar atrás, kilometro a kilometro, impulso tras impulso. Porque cada uno de los 420 km hechos no daban mucha concesión, sin a penas desnivel, cada metro se ganaba. Y la nieve esponjosa y suelta, nieve que no ha trasformado y se mantiene en sus fractales infinitos, enamora pero retiene. No obstante a eso fuimos y así lo aceptamos.





Fueron siete días, divididos en distancias que abarcarían desde los 43 km hasta los 88. Días con poco viento, nevosos y grises salvo el último. Con temperaturas que variarían desde los -27 grados hasta los -2 pero que se mantendrían  en una media de -10 aproximadamente. En ellos veríamos bosques con arboles cargados de nieve, lagos helados y poca gente, muy poca gente que sin embargo , como suele ocurrir, darían lo mejor de si mismos a esquiadores de casi 20 nacionalidades. Personas que pasarían fugazmente por sus puestos de habituallamiento para reponer fuerzas con pasas y pepinillos a cambio de una simple palabra, kiitos!!!. Con los días aprenderíamos a saludar balbuceando algo así como  hyvää huomenta!!! provocando más de una risa y sin dejar nunca de sonreír. Descubrimos que en uno de los días nuestro camino fue hecho en la segunda gran guerra por prisioneros polacos, de los cuales muchos, yacen aún hoy en día, debajo por donde nosotros nos deslizabamos. Y pensé, una vez más, en la suerte que he tenido en nacer en la época en la que vivo y mientras esquiaba, veía aquellos hombres que congelados, murieron por el mismo frío que a mi me había llevado allí. Lejos de sus seres queridos, solos y humillados. Pensaba en la ironía de la vida y en la crueldad de algunas personas, pensé que ningún tiempo se puede entender del todo desde la perspectiva del que nos toca vivir y pensé, que lo único que puedo seguir haciendo es aprender para no ser lo que temo. También aprendí que el clima y la tierra nos diferencia y que en la distancia de tu casa, te unes a los que en algo te pareces. Pero de quién más aprendí, sin duda alguna, fue de mi compañero de aventura. Por eso y porque no es algo común, he decidido contaros quién es y por qué me ha parecido especial.  






Es difícil, yo creía q imposible, conocer a alguien q no requiera reconocimiento. El ego es nuestro aliado y a la par nuestro mayor enemigo y disociar esa dualidad para reprimir la parte en la que te veas reflejado en la admiración de los demás, es, creo yo, innata e imposible de aprender. Y así es Joserra. Me atrevo a hablar de él por su inexistencia en redes sociales y porque su particular personalidad, su maravillosa capacidad intelectual y su facilidad para convertirse en un niño es digna de admiración. Joserra es catedrático en la Politécnica, y entre otros logros, tiene en su haber, ascensiones a picos de 7.000 m. y colaboraciones en misiones espaciales como la del satélite Planck y la misión Rosetta. Como podréis imaginar, es de esas personas que son capaces de hacer cosas extraordinarias  que para el resto de los mortales quedan para poco más que para nuestro estupor, asombro y admiración. Y sin embargo, su naturalidad y simplicidad, alejado de todo alarde o orgullo es lo que más impresiona de su persona, no sus logros, si no su carácter sencillo y siempre colaborativo. Capaz de subir y bajar de nivel, creo que ha disfrutado de cada kilometro, curva, conversación y momento allí vivido. Y sabéis qué, es esto y no el reto, lo que más recordaré cuando  pase el tiempo. Con los años vividos cada vez aprecio más a la gente de verdad, a esa que quiere estar a tu lado y que no pretende aprovecharse de ti o juzgarte por lo que pareces ser sin ver por qué somos así. Amigos hay pocos y algunas veces, no todos permanecen a tu lado.







Soy consciente que en el mundo hay mucha gente así y que lejos de elevarse se limitan a hacer. Y es una auténtica maravilla poder aprender, un poco, de ellos. A diario nos embobamos con gente que los medios de comunicación, internet o su propia capacidad de auto promoción, nos invita a admirar. Mitificamos a personas que en un muchos casos, es justo que las valoremos como notables; deportistas, artistas, escritores, científicos… pero, es gente que para la mayoría de nosotros serán meras imágenes. Y sin embargo hay gente que en su día a día, sin llamar la atención contribuyen a que nuestro mundo sea cada vez un poco mejor. Gente que hace cosas realmente extraordinarias y que ni por ello se creen mejores, diferentes o creen merecer un trato mejor a cualquier otro. Gente que con su esfuerzo conseguirá que nuestra vida sea un poco más fácil o que aporte respuestas a preguntas que harán ver luz, donde antes solo había tinieblas.

Joserra no fue la única sorpresa agradable, en el viaje nos acompañó una cría que en lo suyo va por un camino similar al de Joserra y además, con su mismo buen hacer y talante. Sandra con 26 años solo es campeona del mundo de su pasión, sólo. Campeona del mundo de los mejores y como suele ocurrir, sin pose ni altar. Hubo más, muchas más, mis amigos italianos, mis chicas de EEUU, mi amigo alemán, Sergio, Javi y todos aquellos que gracias a su esfuerzo esta aventura no será una más.


Ha sido un buen viaje. Hemos conocido gente disfrutando de su pasión, gente amable, cercana y entrañable. Porque en un viaje así, lo de menos es por qué fuimos si no, qué nos trajimos. 

Nota: todas las instantáneas han sido realizadas con un iPhone6 y editadas en el mismo teléfono.