Así es y así me siento. No pretendo aburrir al personal con mi perorata, un tanto pesada lo se, y deprimente de mis debatares triatleticos. Pero como el resumen de este último año no se ha caracterizado por la motivación, y el ansia competitiva con frac de proyecto, reto o ilusión, he decidido que, ahora si, YA NO SOY TRIATLETA.
En otros tiempos, en los que lo que pretendía es ser triatleta, se decía que sólo se era cuando el opositor lograba hacer un Iron Man. El título, según fuera el examinador, podía complicarse más aún y así hay quien decía que solo se alcanzaba dicho título si lograbas terminar en menos de once horas. Y siguiendo esa linde había quien se atrevía asegurar que sólo lo eras cuando logras correr en Hawaii.
Sin embargo, siempre creí que eras triatleta cuando te sentías a ti mismo así, triatleta, miembro de la tribu que en buena hora Davidiego tan acertadamente definió. No importaba que hubieras hecho, el tiempo conseguido o si simplemente habías competido o querías competir. Vivías por y casi para una pasión, una pasión que te llevaba a devorar kilometros, libros, páginas web, foros y revistas.
Por eso ahora, que leo blog´s triatléticos más por quienes los escriben que por lo que cuentan cuando hablan de triatlon, ahora que no habituo foros desde hace meses a no ser el de mi propio equipo. Ahora que mis entrenamientos van encaminados más al disfrute del día a día en vez de a una fecha. Ahora que mis medias en la bici han bajado tanto como han subido las temperaturas, ahora que corro a veces tres días seguidos para luego no volver a correr hasta cinco o seis días después y que me da igual lo que nade que nado igual que siempre, es decir, mal. Ahora que gasto más en fotografía, cenas o viajes que en bicicletas, suplementos nutricionales, trimonos y por supuesto competiciones. Ahora se, que ya no soy triatleta.
Y no es por joder ni despreciar, de verdad. El sentimiento ha surgido como el que se aburre de un trabajo o una carrera universitaria. Cierto es que siempre he sido un tanto reaccionario a las masificaciones o a las modas y el tri, ahora si, lo es. Ahora, al menos en Madrid, es fácil encontrarte en el carril más cabras que bicicletas ruteras. Resulta que aunque aún sea un deporte sin seguimiento de masas (y dudo que en España lo sea algún día), todo el mundo sabe de que va esto del triatlon y mira por dónde a mi tanta atención y gente en las competiciones me resta encanto, algo que en su día me cautivó.
Y por eso ahora ya no soy triatleta sino simplemente deportista que eso si, creo siempre he sido y hasta de los güenos, güenos. Me he pasado al deporte tri-salud. Resumiendo por ejemplo esta semana con un día de pesas al antiguo estilo vidrio aderezado con dos series de quince minutos de nado continuo. Seguido a este día con un día de trote por el bosque junto a Raquel y Ámbar terminando en series de jarras de medio litro de cerveza de a razón de cinco y sin recuperación. Continuado de un clásico Alcobendas-Soto-Alcobendas a una increíble medía de 26,5 km/h en buena compañía que diría aquel. Para llegar al cuarto día con cargo de conciencia y correr durante 50 minutos a ritmo de IM consiguiendo con ello tener las piernas por la tarde como el cuello de un cantaor. Para terminar hoy con media hora de trote con el perruco y una hora de BTT a casi 40 grados para calmar conciencia y encarar el fin de semana sin más pretensión que no separarme de Raquel más que para trabajar que como tantos otros toca.
Quizás algún día vuelvan las ganas, ojalá. Pero el presente es tan intenso y cargado de matices que no logro centrarme en otra cosa que lo que me acompaña sin condición ni más pretensión que eso, acompañarme. Curioso la verdad, la jaula del pájaro está por primera vez abierta de par en par y el pájaro que no veas si lo es, se encuentra a gusto jugueteando con la puerta y decorando barrotes tintados de oro.